no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito Hijo de Dios.” Juan 3:18¿Cuál será mi futuro? *
Y como vinieron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y á los malhechores, uno á la derecha, y otro á la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y partiendo sus vestidos, echaron suertes. Y el pueblo estaba mirando; y se burlaban de él los príncipes con ellos, diciendo: A otros hizo salvos: sálvese á sí, si éste es el Mesías, el escogido de Dios. Escarnecían de él también los soldados, llegándose y presentándole vinagre, Y diciendo: Si tú eres el Rey de los Judíos, sálvate á ti mismo. Y había también sobre él un título escrito con letras griegas, y latinas, y hebraicas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS. Y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate á ti mismo y á nosotros. Y respondiendo el otro, reprendióle, diciendo: ¿Ni aun tú temes á Dios, estando en la misma condenación? Y nosotros, á la verdad, justamente padecemos; porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos: mas éste ningún mal hizo. Y dijo á Jesús: Acuérdate de mí cuando vinieres á tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lucas 23:33-43) *
Imaginemos por un momento esa memorable escena. Tres cruces están levantadas en una colina cercana a Jerusalén. A la izquierda y a la derecha están dos malhechores; y en el medio, alguien de quien el juez dijo: “Ningún delito hallo en este hombre” (Lucas 23:4). Su nombre, Jesús, figura en un letrero. El ángel había anunciado a María: “Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).
Llegó el momento de que él cumpliese la obra de salvación y soportase, en lugar de todos aquellos que creerían en él, el juicio de Dios contra el pecado. Uno de los malhechores se suma a la burla general injuriando a Jesús, pero el otro reconoce que Jesús no hizo ningún mal, y que ellos sufren el castigo que merecen. Éste último discierne en Jesús a aquel que debe reinar, y le ruega: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. La maravillosa promesa “…hoy estarás conmigo en el paraíso” llega como respuesta inmediata a su fe.
Esta escena ilustra la condición humana. O uno se burla de Jesucristo, aunque sólo sea ignorando su bondad que nos “guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4), o uno reconoce que Él es el Hijo de Dios y deja en sus manos su futuro. No hay otra alternativa. “El que cree en el Hijo (de Dios) tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).
El futuro eterno de cada uno depende de la actitud que se tenga con respecto a Jesús.