La vieja biblia

Corría el año 1555 y María Tudor, también conocida como
María I de Inglaterra, reinaba en ese país junto con su esposo,
el príncipe Felipe de España. Dicha reina se ganó el
sobrenombre de “Bloody Mary” (María la Sanguinaria) por su cruel
persecución de ciertos grupos de cristianos.
En ese tiempo había un herrero que vivía con su pequeña hija en el
pueblo de Harrant. Su choza estaba unida al taller de herrería. Detrás
del taller había un bello jardín. Pero, la posesión más preciada del
herrero era su Biblia con pasta de cuero. Tenía esa Biblia en su
posesión a pesar de que la Reina había hecho una ley prohibiendo la
Biblia en todo su reino; y esto bajo pena de muerte. La esposa del
herrero había fallecido y Elsi, la hija, pasaba horas jugando en el taller
de su papá. También se divertía observando las chispas que volaban de
la fragua. En su imaginación se parecían a pequeñas joyas que salían
del fuego.
Un día por la mañana, después de haber cumplido con sus deberes
en la casa, Elsi entró en el taller y halló a su papá detrás de la puerta
con la preciosa Biblia en la mano. Con la cabeza inclinada sobre el
libro, leía las sagradas palabras. Tan concentrado estaba en la lectura
que no se dio cuenta de que su hija había entrado. Elsi, para no
interrumpirlo, no se movía mientras observaba a su padre.
Qué sorpresa para Elsi cuando, después de terminar la lectura, el
papá sacó un palillo que estaba detrás de la puerta y tocó una viga
grande por encima del dintel de la puerta. Al tocar la viga con el
palillo, una parte se abrió como una compuerta montada en bisagras.
La abertura era apenas suficiente para meter la Biblia.
El herrero metió la Biblia en la abertura y luego cerró de nuevo la
compuerta. No se podía ver ninguna señal de la abertura. Cuando se
dio la vuelta, vio que Elsi lo miraba con los ojos desorbitados.

—Hija — dijo con voz seria—. ¿Cómo te atreves a espiarme en lo
que estoy haciendo?
Los ojos de Elsi se llenaron de lágrimas y dijo sollozando:
—No estaba espiando, Papá. Pero, como usted no me oyó cuando
entré en el taller, no me quedó otra cosa que verlo esconder el libro
santo. Le digo que ese escondite es tan bueno que todos los soldados de
la Reina jamás lo hallarán.
—Bueno, hija. Está bien, pero asegúrate de que no lo digas a nadie
—sentenció el herrero con una voz firme.
—No se preocupe, Papá. Yo amo ese libro bueno como usted
también lo ama. Siempre voy a cuidar de ese libro. Si sea necesario, lo
cuidaré con mi propia vida.
—Te creo —dijo el papá—, pero me sentiría más seguro si no
supieras del escondite. Vivimos días muy oscuros en este país. La Reina
ha ordenado que se recojan todas las Biblias para quemarlas. También
dio la sentencia de muerte para cualquiera que tenga una Biblia. Sin
embargo, no puedo separarme de esa Biblia. Es el único ejemplar que
quedó entre este lugar y el mar. Sólo te advierto de nuevo que no le
digas a nadie dónde está la Biblia.
Los días y semanas siguientes fueron muy difíciles para el herrero y
todos los creyentes del pueblo. Los oficiales de la Reina estaban seguros
de que en algún lugar del pueblo de Harrant había una Biblia
escondida. Registraron al pueblo una y otra vez. Y porque el herrero era
el único del pueblo que sabía leer, lo echaron en la cárcel.
Para Elsi, encontrarse sola sin su padre, le fue muy difícil. Ella pasó
unos días muy triste a pesar de la bondad de los vecinos del pueblo. Tan
grande fue su preocupación por la Biblia escondida que su semblante
fue cambiando hasta volverse muy pálido. Era difícil saber en qué
pararía ella debido a su conocimiento del escondite de la Biblia y la
promesa que había hecho a su padre.

Un día, los soldados de la Reina regresaron al pueblo de Harrant y allanaron las casas, una por una. Elsi los oyó decir: “Vamos a quemar la casa y el taller del herrero.
Si hay una Biblia escondida allí, de seguro será destruida.”
Cuando los soldados llegaron, Elsi se escapó por la puerta de atrás,
cruzó el jardín, y corrió hasta alejarse de la casa. Luego se acostó en el
suelo entre los arbustos. Temblaba de pies a cabeza.
La atemorizaba la idea de que los soldados pudieran encontrarla y torturarla para sacarle la información sobre el escondite de la Biblia, el gran tesoro de su padre. Para ella, la Biblia valía mucho más que una
corona de joyas.
La respiración de Elsi volvió a la normalidad cuando oyó que los
soldados se retiraban de la casa. Sin embargo, de repente sintió el olor
a humo. Ella se llenó de terror… ¡habían incendiado la casa! Se asomó
y vio que la paja del techo de la casa y el taller ya estaba en llamas.
En ese momento, Elsi no pensó en su propia seguridad. Sólo
recordaba que su papá le había dicho que la Biblia de ellos era la única
en toda esa región. También se acordó de su promesa de proteger la
Biblia, sin importar lo que pasara, y aunque le costara la vida. Elsi estaba
dispuesta a hacerlo, y en ese momento, no pudo pensar en ninguna otra
cosa.
Rápidamente corrió hacia la casa con el único propósito de rescatar
la Biblia. Ya anochecía, y los soldados no la vieron cuando se acercó a la
casa. Cuando llegó, entró en el taller que ardía. Las llamas extendieron
sus brazos para envolverla, y le quemaron la cara y las manos mientras
extendía el brazo para abrir el escondite y recuperar la Biblia. Cuando la
tuvo en las manos, la apretó con firmeza y salió tambaleándose por la
puerta. Cuando llegó al jardín de nuevo, se cayó de rodillas. Le dolían
las piernas y se asfixiaba por el humo que había entrado en sus
pulmones. Sin embargo, en el corazón sentía un gran alivio y le daba las
gracias a Dios por haberla ayudado.
Para asegurar de que la Biblia no sufriera daño, tomó su falda de lana
y la envolvió en ella. Con las manos llenas de ampollas, cavó un hoyo en
la tierra para esconder la Biblia. Luego se fue a gatas hacia la fuente del
jardín y a como pudo, se lavó la cara y las manos con el agua fresca.
Una hora más tarde, los aldeanos hallaron a Elsi al lado de la fuente,
inconsciente. De inmediato la auxiliaron y después de un rato, la niña
volvió en sí. La consolaron y le alabaron por su valentía y luego
acudieron al lugar donde había enterrado la Biblia. Cada uno de los
hombres prometió guardar segura la Biblia aunque le costara la vida.
Años después, repetían esta historia a sus hijos. Les contaban de la
valentía con que esa niña había rescatado la Biblia del incendio.
Autor desconocido

Be the first to comment on "La vieja biblia"

Leave a comment

Your email address will not be published.


*